sábado, noviembre 10, 2007

No importa cuan generosos seamos en lo que tenemos. Nunca será suficiente si no lo acompañamos de la generosidad en lo que somos.







DICEN QUE:
Wikipedia : "La generosidad del ser humano es el hábito de dar y entender a los demás. Comparado a menudo con la caridad como virtud, la generosidad se acepta extensamente en sociedad como un hábito deseable. En momentos de desastes naturales, los esfuerzos de la ayuda son con frecuencia proporcionados , voluntariamente, por los individuos o los grupos que actúan unilateral en su entrega de tiempo, de recursos, de mercancías, de dinero, etc. La generosidad es una forma de altruismo y rasgo del filantropía, como pueden verse en las personas anónimas que prestan servicios en una organización no lucrativa."


Ser generoso es algo que muchas veces requiere un esfuerzo extraordinario.




Decimos que no somos la madre teresa de Calcuta, que no tenemos que ser generosos con los demás, con los que nos rodean, con nuestros amigos, pero, ¿y con nosotros mismos? ¿Debemos de ser generosos?Es sabido que aquel que no pude ser generoso con los demás no podrá serlo consigo mismo, no hacer un intercambio, sin importar la cantidad y sin pensar en que somos personas generosas, la generosidad que tanta falta hace en nuestras vidas no es algo que podamos cuantificarlo, el que es generoso no se reconocerá a sí mismo como tal aunque, si sentirá en lo más profundo de él, que está en paz consigo mismo e incluso con los demás.

La generosidad que parte del corazón en sí misma, no precisa del YO. Su raíz está en su propio centro y todas son sus direcciones. Este tipo de virtud no entiende de astucia ni de miedo. Por ser virtud, lo es en sí misma, no a cambio "de", o como rechazo "a". Pero es tan pura que no es sencillo encontrarla aunque esté dentro de cada uno de nosotros esperando ser despertada. Esta generosidad se ejecuta por sí misma mediante la identificación de la unidad en los seres y la empatía con todo lo existente.

La mayoría de las personas hemos sido educadas en la creencia de que es deseable, respetable, valorable y admirable ser generoso.
La generosidad es un bien, una ambición e incluso una forma de marketing.
Desde esta creencia, parecer generoso, creérselo o serlo aparentemente nos libera de la insensibilidad que diariamente expresamos.
La práctica de la generosidad como creencia, como patrón educativo, puede ser una forma de lograr prestigio social, aunque todos, sin demasiadas vueltas, acertamos a entender y vislumbrar su carácter engañoso. Ese tipo de generosidad nace en el mundo de las ideas, en la mente, en la cabeza. Se es específicamente generoso con alguien o con algo y en determinados momentos. Se realiza persiguiendo un fin, es decir, se es generoso para obtener algo a cambio. El premio puede ser el prestigio, el respeto y valoración de otros, o en muchos casos la recompensa se encuentra en silenciar la voz de nuestra conciencia.
Pero la generosidad que se realiza para obtener un premio no es generosidad en absoluto, sino astucia, y la magnitud del acto no hace que deje de serlo.




Una historia que enseña a comprender al que sufre :


"Siendo niño pertenecí al Movimiento Scout. Ahí nos enseñaban, entre otras cosas, la importancia de la "Buena Acción" que consistía en realizar todos los días actos generosos y nobles, como recoger algún papel en la calle y botarlo en la papelera, ayudar en la casa a lavar platos, cuidar la fauna y la flora, ayudar a alguna persona anciana o impedida a cruzar la calle, etc. Me gustaba mucho cumplir esa tarea.

Un día caminaba por una calle de la ciudad de Coro y vi a un perro tirado en plena vía sin poder moverse. Estaba herido, un carro lo había atropellado y tenía rotas las dos patas traseras, los vehículos le pasaban muy de cerca y mi temor era que lo mataran porque era imposible que él solo pudiera levantarse.Vi allí una gran oportunidad para hacer la "Buena Acción" y como buen Scout detuve el tráfico, me dispuse a rescatar al perro herido y ponerlo a salvo para entablillarle las patas. Yo nunca había entablillado a nadie pero el "Manual Scout" decía cómo hacerlo. Con mucho amor y entrega me acerqué, lo agarré pero me clavó los dientes en las manos. Inmediatamente me llevaron a la Sanidad y me inyectaron contra la rabia, aunque la rabia por la mordida no se me quitó con la vacuna.

Durante mucho tiempo no entendí por qué el perro me había mordido si yo sólo quería salvarlo y no hacerle daño, no sé que pasó y no me lo pude explicar. Yo quería ser su amigo, es más, pensaba curarlo, bañarlo, dejarlo para mí y cuidarlo mucho.

Esta fue la primera decepción que sufrí por intentar hacer el bien, no lo comprendí. Que alguien haga daño al que lo maltrata es tolerable, pero que trate mal a quien lo quiera ayudar no es aceptable. Pasaron muchos años hasta que vi claro que el perro no me mordió, quien me mordió fue su herida; ahora si lo entiendo perfectamente.

Cuando alguien está mal, no tiene paz, está herido del alma y si recibe amor o buen trato: ¡Muerde! Pero él no hunde sus dientes, es su herida la que los clava. Comprende el malestar de las personas que te rodean. Cuando alguien te grita, te ofende, te critica o te hace daño no lo hace porque te quiere mal sino porque está herido, está herido del alma, se siente mal o algo malo está pasando por su vida. No te defiendas ni lo critiques, mas bien compréndelo, acéptalo y ayúdalo. Ahora lo entiendo. "



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